jueves

Confianza, Cáncer, Sacrificio y Venganza


Alex despertó ahogado. Olor a Azufre, luces rojas y ruidos metálicos impregnaban el ambiente. Intentó ponerse de pie, pero cadenas lo amarraban de pies y manos a una extraña estructura de acero. Se sentía agobiado, cansado, con ganas de gritar. El miedo lo consumía lentamente, desde los erizados vellos de su piel hasta lo más profundo de su alma. Y sentía culpa. Culpa por algo que no recordaba.

Mientras intentaba inútilmente liberarse de sus ataduras, pudo divisar en medio de la oscuridad a una sombra caminando lento, hacia él.


Un verdugo, con aroma a muerte y rostro enmascarado, se le plantó en frente. En sus manos, cuatro diferentes elementos, irreconocibles. El Verdugo los dejo en el suelo y miro directo a los ojos de Alex.

- ¡Quien eres! ¡Dime quien carajos eres y que mierda hago acá! – Gritó Alex, desesperado.

El Verdugo tomó una especie de Navaja y se la mostró a Alex. En la navaja se podía leer la palabra “Confianza”.

- Esto es por la confianza traicionada. Por aquello que no supiste valorar. Por tu difunta esposa. Por Ema.

Alex se quedó de piedra, y dicho esto, El Verdugo corto en varias ocasiones el tronco del encadenado. Pecho, abdomen, la sangre corría y brotaba como agua de manantial, mientras el pobre desgraciado solo gritaba y se retorcía, sin poder hacer nada.

El Verdugo, después de varios ataques, limpió la navaja y la dejo donde estaba.

- Dime… dime porque haces esto… ¿Cómo conoces a Ema? ¡Ni siquiera sabes de quién estás hablando!

El verdugo, como si no escuchara lo que Alex gritaba, le mostró un pica hielo, unido a un dispositivo eléctrico, en el que se podía leer la palabra “Cáncer”.

- Esto es por la enfermedad de tu Esposa, Maldito Infeliz. Esto es por el Cáncer que se ramificó y por el cual tú no hiciste nada, por cobarde, MALDITO INFELIZ.

Enterró el Pica Hielo sobre una herida abierta y dio la electricidad. 2500 Voltios recorrían por completo el cuerpo de Alex, cauterizando las heridas abiertas y reventando los nervios más débiles y expuestos. El dolor era infernal, tal como todo el lugar aquel. Humo y sangre salían de su cuerpo. El Verdugo apagó la máquina, viendo como Alex seguía retorciéndose, vomitando de tanto dolor.

Alex gritaba y lloraba, mientras se preguntaba cómo no había muerto aun. Y mientras trataba de recuperar el aliento, El Verdugo recogía el siguiente elemento.

Una Hoz pequeña y de peligroso filo, con la palabra “Sacrificio” en ella. Alex se preparaba para lo peor.

- Esto es por el Sacrificio que hizo Ema al dejarte matarla. Traicionaste su CONFIANZA, abandonándola dejándola atras por aquel CÁNCER que carcomía su cuerpo. Pudiste salvarla, pero la cobardía fue mayor. Creíste que acabando con su vida todo sería mejor, pero ella Permitió el SACRIFICIO para poder descansar de un MALDITO INFELIZ como tú.

Alex, incrédulo, lloraba y lloraba. Estaba cansado, sin energías para seguir gritando, sin energías para soportar más castigos. La Hoz Corto y perforo desde los pies hasta la cadera, y desde las muñecas hasta los hombros, exponiendo carne, nervios, arterias y huesos. Los gritos inexplicables hacían eco en el lugar. La luz roja hacia juego con la sangre esparcida por todo el lugar, y el aroma del Azufre era la menor de las preocupaciones. Espasmos y convulsiones atacaban le cuerpo del pobre Alex, deseando la Muerte desde lo más profundo de su expuesto Corazón.

- Yo… yo la amaba… no… no podía dejarla sufrir… sufrir así…

El Verdugo recogió el Hacha, el elemento que faltaba, en la cual se leia la palabra “Venganza”.

Alex, ya en sus suspiros más débiles, soltó lágrimas silenciosas, mientras veía que Ema se sacaba la Máscara de verdugo y tomaba el hacha con ambas manos, apuntando al cuello.

- Esto es por lo que me hiciste, Maldito Infeliz. Por tu cobardía, por abandonarme. Te doy la Bienvenida al Infierno, PERRO MALDITO.

Alex cerró los ojos. Su cabeza rodó por la estructura metálica hasta golpear el suelo. El sonido de los Fierros chocando era agradable sin los gritos de aquel bastardo. Ema tomó los implementos, los limpió, los besó y caminó hacia una puerta. Detrás de ella, el cuerpo de Alex se regeneraba y volvía a su forma original, encadenado a aquella cosa de acero, completamente dormido. El castigo para él sería eterno, y para Ema, delicioso.



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